CAPÍTULO IV
DIVERSAS PRÁCTICAS DE DEVOCIÓN
A MARÍA
1. PRÁCTICAS COMUNES115 La verdadera devoción a la Santísima Virgen puede expresarse interiormente de diversas maneras. He aquí, en resumen, las principales:
1. Honrarla, como a digna Madre de Dios, con culto de hiperdulía, es decir, estimarla y venerarla más que a todos los otros santos, por ser Ella la obra maestra de la gracia y la primera después de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre;Más adelante explicaremos esta última práctica83 .
2. meditar sus virtudes, privilegios y acciones;
3. contemplar sus grandezas;
4. ofrecerle actos de amor, alabanza, acción de gracias;
5. invocarla de corazón;
6. ofrecerse y unirse a Ella;
7. realizar todas las acciones con intención de agradarla;
8. comenzar, continuar y concluir las acciones por Ella, en Ella, con Ella y para Ella, a fin de hacerlas por Jesucristo, en Jesucristo, con Jesucristo y para Jesucristo, nuestra meta definitiva.
116 La verdadera devoción a la Santísima Virgen tiene también varias prácticas exteriores. Estas son las principales:
1. inscribirse en sus cofradías y entrar en las congregaciones marianas;
2. entrar en las órdenes o institutos religiosos fundados para honrarla;
3. publicar sus alabanzas;
4. hacer en su honor limosnas, ayunos y mortificaciones espirituales y corporales.
5. llevar sus libreas, como el santo rosario, el escapulario o la cadenilla;
6. rezar atenta y modestamente el santo rosario, compuesto de quince decenas de avemarías, en honor de los quince principales misterios de Jesucristo, o la tercera parte del rosario, que son cinco decenas, en honor de los cinco misterios gozosos (anunciación, visitación, nacimiento de Jesucristo, purificación y el Niño perdido y hallado en el templo); o de los cinco misterios dolorosos (agonía de Jesús en el huerto, flagelación, coronación de espinas, subida al Calvario con la cruz a cuestas y crucifixión y muerte de Jesús); o de los cinco misterios gloriosos (resurrección de Jesucristo, ascensión del Señor, venida del Espíritu Santo, asunción y coronación de María por las tres personas de la Santísima Trinidad); o una corona de seis o siete decenas en honor de los años que, según se cree, vivió sobre la tierra la Santísima Virgen; o la coronilla de la Santísima Virgen, compuesta de tres padrenuestros y doce avemarías, en honor de su corona de doce estrellas o privilegios; o el oficio de Santa María Virgen, tan universalmente aceptado y rezado en la Iglesia; o el salterio menor de María Santísima, compuesto en honor suyo por San Buenaventura, y que inspira afectos tan tiernos y devotos que no se puede rezar sin conmoverse; o catorce padrenuestros y avemarías en honor de sus catorce alegrías; u otras oraciones, himnos y cánticos de la Iglesia, como la Salve; Madre del Redentor; Salve, Reina de los cielos o Reina de los cielos –según los tiempos litúrgicos–; el himno Salve, de mares Estrella; la antífona ¡Oh gloriosa Señora!, el Magnificat, etc., u otras piadosas plegarias de que están llenos los devocionarios;
7. cantar y hacer cantar en su honor cánticos espirituales;
8. hacer en su honor cierto número de genuflexiones o reverencias, diciéndole, por ejemplo, todas las mañanas sesenta o cien veces: Dios te salve, María, Virgen fiel, para alcanzar de Dios, por mediación suya, la fidelidad a la gracia durante todo el día; y por la noche: Dios te salve, María, Madre de misericordia, para implorar de Dios, por medio de Ella, el perdón de los pecados cometidos durante el día;
9. mostrar interés por sus cofradías, adornar sus altares, coronar y embellecer sus imágenes;
10. organizar procesiones y llevar en ellas sus imágenes y llevar una consigo, como arma poderosa contra el demonio;
11. hacer pintar o grabar sus imágenes o su monograma y colocarlas en las iglesias, las casas o los dinteles de las puertas y entrada de las ciudades, de las iglesias o delas casas;
12. consagrarse a Ella en forma especial y solemne.
117 Existen muchas formas de verdadera devoción a la Santísima Virgen84 inspiradas por el Espíritu Santo a las personas santas y que son muy eficaces para la santificación.
Pueden leerse, en extenso, en El paraíso abierto a Filagia85 , compuesto por el R.P. Pablo Barry, S.J., quien ha recopilado en esta obra gran número de devociones practicadas por los santos en honor de la Santísima Virgen. Estas devociones constituyen maravillosos medios de santificación, siempre que se hagan con las debidas disposiciones, es decir:
1. con la buena y recta intención de agradar a Dios sólo, unirse a Jesucristo, nuestra meta final, y edificar al prójimo;2. con atención, sin distracciones voluntarias;3. con devoción, sin precipitación ni negligencia;4. con modestia y compostura corporal respetuosa y edificante.
2. LA PRÁCTICA MÁS PERFECTA
118 Después de todo, protesto abiertamente que -aunque he leído todos los libros que tratan de la devoción a la Santísima Virgen86 y conversado familiarmente con las personas más santas y sabias de estos últimos tiempos- no he logrado conocer ni aprender una práctica de devoción semejante a la que voy a explicar, que te exija más sacrificios por Dios, te libre más de ti mismo y de tu egoísmo, te conserve más firme y fielmente en la gracia y la gracia en ti, te una más perfecta y fácilmente87 a Jesucristo y sea más gloriosa para Dios, más santificadora para ti mismo y más útil al prójimo.
119 Dado que lo esencial de esta devoción consiste en el interior que ella debe formar, no será igualmente comprendida por todos: algunos se detendrán en lo que tiene de exterior, sin pasar de ahí: será el mayor número; otros, en número reducido, penetrarán en lo interior de la misma, pero se quedarán en el primer grado.
¿Quién subirá al segundo? ¿Quién llegará hasta el tercero? ¿Quién, finalmente, permanecerá en él habitualmente?
Sólo aquel a
quien el Espíritu Santo de Jesucristo revele este secreto y lo conduzca por sí mismo para hacerlo avanzar de virtud en virtud, de gracia en gracia, de luz en luz, hasta transformarlo en Jesucristo y llevarlo a la plenitud de su madurez sobre la tierra y perfección de su gloria en el cielo.
83 Ver VD 257ss.
83 Ver VD 257ss.
84 Los Padres del Concilio Vaticano II recuerdan y aprueban las devociones
marianas reconocidas por la Iglesia; ver LG 66; MC, Intr.
85 El P. DE MONTFORT recuerda las condiciones con las cuales las prácticas exteriores de devoción a María se hacen santificadoras.
86 Siendo seminarista, el P. DE MONTFORT fue bibliotecario. Tuvo entonces la oportunidad de leer y sacar notas abundantes. Esos apuntes nos han quedado en un grueso Cuaderno de Notas. J.B. BLAIN, amigo del santo, testifica también su sed de lectura mariana
87 Ver LG 60.66.