Preparación para antes de cada hora


¡Oh, Señor mío Jesucristo!, postrado ante tu divina presencia,
 suplico a tu amorosísimo Corazón
que quiera admitirme a la dolorosa meditación de las 24 Horas de tu Pasión,
en las que por amor nuestro quisiste sufrir tanto en tu cuerpo adorable
 y en tu alma santísima,hasta llegar a la muerte de cr uz.

¡Ah!,ayúdame, dame tu gracia, amor, profunda compasión 
y entendimiento de tus padecimientos, mientras medito la hora .

Y por aquellas horas que no puedo meditar, te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas,
y es mi intención meditarlas durante todas aquellas horas en las que estoy obligado
 a ocuparme de mis deberes o a dormir.

Acepta, ¡oh misericordioso Jesús mío, Señor!, mi amorosa intención,
 y haz que sea de provecho para mí y para muchos
como si efectivamente hiciera santamente todo lo que quisiera practicar.

Te doy gracias, ¡oh Jesús mío!, por haberme llamado a unirme a ti por medio de la oración;
y para complacerte todavía más, tomo tus pensamientos, tu lengua, tu Corazón y con ellos quiero orar,
fundiéndome del todo en tu Voluntad y en tu amor; y extendiendo mis brazos para abrazarte,
apoyo mi cabeza sobre tu Corazón y empiezo.


Acción de gracias para después de cada hora

¡Amable Jesús mío!, tú me has llamado en esta Hora de tu Pasión para hacerte compañía
 y yo he venido.

Me parecía sentirte lleno de angustia y de dolor, orando, reparando y sufriendo,
y que con tus palabras más conmovedoras y elocuentes 
suplicabas por la salvación de todas las almas.

He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte 
para cumplir con mis habituales obligaciones,
siento el deber de decirte « gracias » y « te bendigo ».

¡Sí, oh Jesús!, gracias, te lo repito mil y mil veces, 
y te bendigo por todo lo que has hecho
y padecido por mí y por todos.

Gracias y te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, 
por cada respiro, por cada pálpito, por cada paso, palabra, mirada, amarguras
 y ofensas que has soportado.

Por todo, ¡oh Jesús mío!, quiero sellarte con un gracias y te bendigo.

¡Ah, Jesús!, haz que de todo mi ser salga hacia ti 
una corriente continua de gratitud y de bendiciones,
para atraer sobre mí y sobre todos 
la fuente de tus bendiciones y de tus gracias.

¡Ah Jesús mío!, estréchame a tu Corazón 
y con tus santísimas manos sella
todas las partículas de mi ser con tu bendición,
para que así no pueda salir de mí más que un himno continuo de amor hacia ti.

Por eso me quedo en ti para seguirte en lo que haces, 
antes bien, obrarás tú mismo en mí.
Y yo desde ahora dejo mis pensamientos en ti 
para defenderte de tus enemigos, el respiro para cortejarte
y hacerte compañía, el pálpito para decirte siempre Te amo
 y repararte por el amor que no te dan los demás;
las gotas de mi sangre para repararte 
y para restituirte los honores y la estima
que te quitarán con los insultos, salivazos y bofetadas, 
y dejo mi ser para hacerte guardia.

Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones 
quiero quedarme en tu Corazón.
Tengo miedo de salirme de él, pero tú me tendrás en ti, ¿no es así?
 
Nuestros latidos se tocarán sin cesar, 
de modo que me darás vida, amor 
y estrecha e inseparable unión contigo.

¡Ah, te suplico, oh Jesús mío!,
 si ves que alguna vez estoy por apartarme de ti,
que tus latidos se hagan más fuertes en los míos, 
que tus manos me estrechen más fuertemente a tu Corazón,
que tus ojos me miren y me hieran con sus saetas de fuego,
para que al sentirte, de inmediato yo me deje atraer hacia ti
 y así no se rompa nuestra íntima unión.

¡Oh Jesús mío!, hazme la guardia para que no vaya a hacer alguna de las mías.
Bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo todo lo que yo debo hacer.