Homilia 3 San Macario--La vida cenobítica 1

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Los hermanos deben vivir en comunidad dentro de una gran caridad, ya recen, ya lean la Escritura, ya  se dediquen a algún trabajo, a fin de mantener el fundamento del amor mutuo. únicamente así puede uno aficionarse a tales ocupaciones y todos, los que rezan, leen o trabajan pueden edificarse mutuamente viviendo en lealtad y sencillez,

¿Por qué, en efecto, está escrito: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”? (Mt6,10). Para que los hermanos en sus relaciones imiten a los ángeles del cielo, que viven en una concordia perfecta, en la paz y en la caridad, que no conocen la altanería, ni la envidia, sino que practican mutuamente la caridad y la simplicidad.

Si a veces llegan a ser treinta que viven juntos, no pueden permanecer reunidos todo el día y toda la noche; algunos, en efecto, se dedican a la oración durante seis horas, y quieren leer: otros prestan servicios, otros aún se ocupan personalmente en algún trabajo.

2. En todo lo que hacen los hermanos deben manifestarse caritativos y alegres los unos con los otros. Así el que trabaja debe decir del que reza: “El tesoro que mi hermano adquiere me pertenece también, ya que es común”.
 Por su lado; el que reza tiene que decir del que lee: “El provecho que saca de la lectura me enriquece también a mí”. Y el que trabaja debe decir a su vez: “El servicio que cumplo aprovecha a la comunidad”.

Los numerosos miembros del cuerpo no forman mas que un solo organismo y se mantienen mutuamente cumpliendo cada uno su misión: el ojo ve para todo el cuerpo, la mano actúa por los otros miembros, el pie camina por todos y los lleva y otro miembro sufre por el conjunto.
 De modo semejante los hermanos deben comportarse los unos con los otros.
El que reza no debe juzgar al que trabaja, porque no reza,
 El que trabaja no debe decir con tono de reproche: “Aquel se alarga en la oración, en cambio yo trabajo”.

 Que el que sirve no juzgue a los demás. Al contrario, cada uno, haga lo que haga, obre siempre para la gloria de Dios, El que lee pensará con amor y alegría en aquel que reza, diciéndose: “Reza por mí”.  Y el que reza pensará respecto de aquel que trabaja: “Lo que hace, lo hace en provecho de la comunidad”.3. De esta manera la concordia, la unión y la armonía formarán entre ellos el vinculo de la paz que los soldará juntamente,

 Gracias a estas disposiciones podrán vivir en la sencillez y la transparencia mutuas, bajo la mirada benevolente de Dios. Sin embargo, el deber principal es consagrar a la oración todo el tiempo prescrito, Hay algo más todavía: Todos deben poseer un tesoro en su alma, a saber, la presencia viva y espiritual del Señor y al trabajar, al rezar o al leer deben poder decir que están en posesión de ese bien imperecedero que es el Espíritu Santo.

Algunos dicen: “El Señor reclama de los hombres sólo frutos visibles; en lo que al interior se refiere, Dios mismo lo ordena”. Pero no hay tal. Al contrario, hay que ganar el combate y hacer guerra también contra los propios pensamientos, así como uno se protege del hombre exterior (= el cuerpo). Pues el Señor te exige que te enojes contigo mismo y que luches contra tu propio juicio y que no apruebes complacientemente los malos pensamientos.

4. Además, sólo el poder divino es capaz de suprimir radicalmente el pecado y el mal que le sigue. Porque es absolutamente imposible al hombre extirpar por sí mismo el pecado. Puedes luchar, resistir, dar y recibir golpes; Dios no más puede arrancar las malas raíces. Pues si fueses capaz, ¿para qué habría servido la venida del Señor? Así como el ojo no puede ver sin luz, ni podemos hablar sin lengua, ni oír sin oídos, ni caminar sin pies, ni trabajar sin manos, no puedes ser redimido ni entrar en el reino de los cielos sin Jesús.

Si dices: “Ya que evidentemente no fornico ni cometo adulterio, ni soy avaro, merezco el título de hombre justo”, te equivocas al creer que hiciste todo. No existen únicamente tres, sino innumerables especies de pecados que se deben evitar.
 ¿De dónde vienen, pues, la arrogancia, la temeridad, la incredulidad, el odio, la envidia, el fraude y la hipocresía? ¿No debes batallar también contra esos enemigos y luchar contra los pensamientos ocultos? Si un ladr6n entra en tu casa y te asedia sin darte tregua, no dejas de oponerle resistencia; repartes y recibes golpes. Igualmente el alma también debe defenderse, resistir y contraatacar.

5. Por lo demás, la voluntad que resiste se afana, soporta la adversidad, recupera poco a poco la ventaja; cae y se levanta. Nuevamente el pecado la arroja en diez, hasta veinte batallas; la vence y la sojuzga, pero luego de un tiempo, el alma, en un solo combate, toma su desquite definitivo. Si entonces el alma persevera, si no afloja en ningún dominio, restablece su fuerza y su tino y termina por vencer al pecado. Verdaderamente el pecado mantiene al hombre en su poder hasta que haya adquirido “la perfección del hombre y la plenitud de la edad”(Ef4,15) y haya vencido completamente la muerte. Pues está escrito: “El último enemigo destruido es la muerte”(1 Co15,26).

Así los hombres obtienen la superioridad e infligen una derrota al diablo. Pero si alguno, como se dijo  mas arriba, hace valer que le basta no ser ni fornicador, ni adúltero, ni avaro, hay que concederle que ha combatido contra esos tres géneros de pecado; pero ha dejado sin combatir los otros veinte que se levantan contra el alma y lo vencen. Por lo tanto, ha de preocuparse de todas las especies de pecado. Pues la conciencia, lo hemos dicho a menudo, tiene tanta fuerza como el pecado al que se opone. Puede, en consecuencia, contradecir y rechazar los pensamientos que la presenta

6. Mas si pretendes que el poder enemigo es más grande y que la malicia domina completamente al hombre, atribuyes una injusticia a Dios, que habría condenado a la humanidad por haber sucumbido a Satanás. Has hecho en este caso al demonio más grande y más fuerte que el alma.

 Escúchame para terminar. Si un' joven luchase con un niño y este fuese condenado en caso de ser vencido por el joven, sería una injusticia evidente. Por eso afirmamos que la voluntad humana es un adversario de igual medida.

Un alma de buena voluntad obtiene ayuda y apoyo y se la considera digna de redención. Ya que no hay verdadera lucha y verdadero combate más que con igualdad de fuerzas.