«Ángel mío, es en la respuesta de mi llamado, como todos mis hijos reciben cada gracia que ellos imploren de mi Inmaculado Corazón. Tu convicción, puesta dentro de la Consagración a mi Corazón maternal, permite que el Espíritu Santo se mueva dentro de ti, a través de Mí.
Te lo digo otra vez para que lo recuerdes: será cuando ya no sientas la tierra bajo tus pies, cuando tú constatarás que estas en vuelo hacia mi abrazo.
Ángel mío, nunca dudes de las palabras que te he dicho sobre el deseo de Dios Padre para la santa ejecución de mi triunfo: Es en esta unión concedida entre mis escogidos, y la conformidad a la voluntad de Dios, como la afirmación de la convicción será inspirada en cada uno de sus corazones»
Diciembre 7 de 1992
Guía:
Se necesita una gracia excepcional para llevar el alma al estado en que este intercambio celestial de corazones pueda ocurrir;
se necesita un fuego abrasador.
La consagración levanta el alma hasta el punto donde Dios se mueve hacia ella para elevarla por encima de la capacidad humana de amar; en esencia, Dios levantará el alma al conocimiento del Cielo.
El alma, puede moverse humanamente hasta el punto donde Dios puede corresponder a ella y atraerla hasta el momento del intercambio, pero solo Dios puede atraer el alma a este nivel espiritual.
Se necesita un amor divino e intenso para causar la transformación del alma y del corazón, hasta el punto de la fusión necesaria para que se realice tal milagro.
Si la base para la consagración no está puesta dentro del alma, el alma no puede moverse libremente hasta el punto que debe alcanzar para que ocurra el intercambio.
Es el esfuerzo por parte del alma, el que alimenta el deseo de amar de Nuestra Señora, pero solo Dios como mediador puede realizar el acto divino del intercambio en el acto de la consagración. La preparación debe ser vista con tanta importancia como el acto mismo e la consagración; de otra manera el alma no podrá recibir la gracia diseñada específicamente para la consagración.
Dirección:
La consagración levanta el alma hasta el punto donde Dios se mueve hacia ella para elevarla por encima de la capacidad humana de amar; en esencia, Dios levantará el alma al conocimiento del Cielo.
El alma, puede moverse humanamente hasta el punto donde Dios puede corresponder a ella y atraerla hasta el momento del intercambio, pero solo Dios puede atraer el alma a este nivel espiritual.
Se necesita un amor divino e intenso para causar la transformación del alma y del corazón, hasta el punto de la fusión necesaria para que se realice tal milagro.
Si la base para la consagración no está puesta dentro del alma, el alma no puede moverse libremente hasta el punto que debe alcanzar para que ocurra el intercambio.
Es el esfuerzo por parte del alma, el que alimenta el deseo de amar de Nuestra Señora, pero solo Dios como mediador puede realizar el acto divino del intercambio en el acto de la consagración. La preparación debe ser vista con tanta importancia como el acto mismo e la consagración; de otra manera el alma no podrá recibir la gracia diseñada específicamente para la consagración.
Dirección:
¿Cómo es que los deseos fervientes hacen volar el alma a Dios?, los buenos deseos dan fuerza y coraje y disminuyen el
trabajo y la fatiga de ascender la montaña de Dios. El que no tiene un deseo ardiente para obtener la santidad durante los tiempos difíciles, no podrá llegar nunca a la perfección.
Nosotros no debemos descansar en nuestro deseo intenso para alcanzar la santidad, sino que debemos correr continuamente para poder obtener la corona de pureza adornada con virtud; esta es una corona incorruptible que Nuestra Señora desea tanto colocar sobre nuestra alma a través de nuestra consagración a su Inmaculado Corazón.
Meditación:
Nosotros no debemos descansar en nuestro deseo intenso para alcanzar la santidad, sino que debemos correr continuamente para poder obtener la corona de pureza adornada con virtud; esta es una corona incorruptible que Nuestra Señora desea tanto colocar sobre nuestra alma a través de nuestra consagración a su Inmaculado Corazón.
Meditación:
¡Oh Inmaculado Corazón de María!, ruega para que mi corazón se abra ante la gracia que lo transformará en imitación al
tuyo. Haz que yo pueda obtener, por el poder del Espíritu Santo, el deseo que me mueva hacia ti y que mi corazón pueda ser conducido
hacia el momento del intercambio; que sea creado un fuego abrasador que pueda arder tan brillantemente, para que el milagro de la
transformación pueda envolver mi corazón y mi alma y ser levantada hasta las alturas prometidas por Dios.
«¿Quién subirá hasta el monte del señor?,
¿Quién entrará en su recinto santo?.
El que tiene manos inocentes y puro corazón,
el que no pone su alma en cosas vanas,
ni jura con engaños»
(Salmo 24:34)