«Vivid con particular compromiso vuestra consagración a mí. Yo estoy especialmente cerca de vosotros y deseo hacer sentir a cada uno de vosotros mi presencia maternal. Vosotros lográis sentir mi presencia de Madre cerca de vosotros, si como niños pequeños, os acostumbráis a hacer cada cosa junto conmigo. Orad conmigo, trabajad conmigo, amad conmigo, sufrid conmigo, callad conmigo»
Así como cualquier persona ya aburrida y cansada de habitar en una casa en ruinas y maloliente, sin esperanza de restauración, decide mudarse a mejor casa; de igual modo, nosotros, concientes de nuestra propia debilidad e impureza, también cansados de buscar por nuestras propias y pobres fuerzas el camino hacia la perfección cristiana, hemos decidido en mudarnos a vivir a mejor casa, a la mansión del Dios Trino y uno, al Corazón Inmaculado de María, a la casita de María, nuestra Madre mediante, la consagración total a Ella: «Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa» (Lucas 19, 27)
Ahora viene como paso siguiente el esfuerzo continuo y prolongado de buscar respirar a María siempre de igual modo como Jesús en el vientre materno de la Santísima Virgen María tenían ambos una sola respiración y luego de su nacimiento y habitando con Ella en la casita de Nazaret exhalaba el mismo aire que exhalaba María.
Obviamente, lograr la experiencia total de vivir en plenitud la consagración, ó sea, la de vivir en María en Espíritu y en verdad (Jn. 4,23), esto es Gracia de Dios que la Santísima Virgen María ha prometido concedernos por medio de los cenáculos. Quiere decir esto, que hacer la consagración total y no darle respuesta efectiva a este llamado que nos hace de reunirnos con Ella en cenáculos (Hc. 1,14) para obtenernos por medio de su Divino Esposo, el Espíritu Santo, esta gracia tan sobre eminente, sería tanto como querer llegar a realizar el fin de la consagración por nuestras pobres fuerzas o quedarnos habitando en la misma arruinada casa. (Ver modelo de cenáculo en el apéndice).
En el presente apéndice presentamos lo que podría ser un esquema de Cenáculo. Obviamente que contamos con un modelo suficientemente conocido que es el modelo del Padre Gobbi del Movimiento Sacerdotal Mariano.
¡Y No Saludéis a Nadie…..!
En sus mensajes: Nuestra Señora insistentemente nos llama a todos a unirnos con Ella en ferviente oración y amor fraternal, en Cenáculos auténticos tal como se reunieron con Ella los primeros Apóstoles (Hch 1:14); lo que es más importante en el mundo y en la Iglesia hoy, es la preparación del segundo Pentecostés con el Triunfo del Inmaculado Corazón de María, para atraer sobre nosotros el don del Espíritu Santo.
En el Cenáculo de su Corazón, La Santísima Virgen nos alimentará, nos formará y nos ayudará para así crecer en la consagración a Ella. Por eso nos llama a formar cenáculos con Ella; multiplicándolos y difundiéndolos en todo el mundo de manera especial en las familias, para que el Espíritu del Amor Divino pueda pasar por la puerta dorada de su Inmaculado Corazón para entonces poder preparar a la humanidad para una nueva era de gracia y santidad.
San Luis María de Montfort define la Perfecta devoción: «Consiste en darse todo entero como esclavo a María y a Jesús por Ella y además en hacer todas las cosas por María, con María, en María y para María».
En medio de las tribulaciones del momento presente, María desde su Corazón, nos está mostrando su triunfo: «Días gloriosos».
María nos invita a encerrarnos en el arca de su Inmaculado Corazón, para maravillarnos de la Gloria de Dios que reside en Ella.
«Ante la manifestación de la santidad de Dios, el Consagrado, como Juan al pie de la Cruz, vibrando con los sentimientos del Corazón de su Madre y envuelto en los misteriosos esplendores de la Redención, con ánimo agradecido, entrega con generosidad su vida, al servicio de los designios del Padre, cantando jubilosamente en María, una incesante alabanza a la Santísima Trinidad».
La Consagración a María, nos hará gozar con corazón humilde la alegría de vivir en sus brazos maternales; como vivió su Hijo Jesús, que siempre mantuvo con su Madre un Corazón de niño, y quiso necesitar siempre de la presencia maternal de María, se dejó amar por Ella, y nos la entregó, en un misterio de amor infinito como Madre nuestra. ¿Qué niño al abrir sus ojitos, no rompe en llanto al no ver los ojos de su madre?.
Bien podemos afirmar que al pie de la cruz, Jesús al entregarnos a María por Madre, nos consagró a su Corazón Virginal, como seguro refugio y Arca salvadora. A medida que se va viviendo la Consagración a María, el Espíritu nos ira adentrando en las insondables riquezas de este nuevo edén de Dios: «Por eso ejercítate para estar conmigo en mi Corazón, obrar siempre conmigo, pensar con mi mente, ver las cosas con mi misma mirada, tocarlas con mis manos y amarlas con mi Corazón; entonces: ¿podrás llegar a ser verdaderamente el hijo que mi corazón anhela?, y tu alma experimentará así de esos momentos de paraíso que yo guardo celosamente para mis hijos consagrados».
La Consagración exigirá un abandono total en las manos de María como el niño se abandona en los brazos de su madre y como Jesús vivió en los brazos de María.