Obsequios 3o. y 4to

 OBSEQUIO 3º

El rosario y otras plegarias a María



La devoción al santo rosario fue revelada a santo Domingo por la Madre de Dios cuando, afligido el santo y lamentándose con nuestra Señora del gran daño que hacían a la Iglesia los herejes albigenses, le dijo la Virgen: Esta tierra será siempre estéril si no le cae la lluvia. 

Entendió santo Domingo que esta lluvia era la devoción del rosario que él debía propagar. El santo lo predicó por todas partes. De hecho, esta devoción fue abrazada por todos los católicos, de manera que no hay otra que más practiquen los cristianos de todas las clases sociales como ésta del santo rosario. 
¿Qué no han intentado los herejes modernos, Calvino, Bucero y otros, para desacreditar la devoción del rosario? Pero es notorio el gran fruto que ha traído a la tierra esta nobilísima devoción. ¡Cuántos por medio de él se han librado de los pecados! ¡Cuántos han llegado a tener vida santa! ¡Cuántos han logrado una buena muerte y se han salvado! Hay muchos libros que tratan de esto.

Basta saber que esta devoción ha sido aprobada por la santa Iglesia y los sumos pontífices la han enriquecido con indulgencias. Para ganarlas es menester que mientras se reza se mediten los misterios correspondientes. Si alguno no los supiera, bastará con que medite algún paso de la vida o de la pasión del Señor.

 Es necesario también rezar el rosario con devoción. Dijo la Virgen a la beata Eulalia que le agradaba más una parte rezada con pausa y devoción, que los quince misterios con precipitación y sin fervor. Por eso está muy bien rezarlo de rodillas y ante alguna imagen de María, y al principio hacer un acto de amor a Jesús y María pidiéndoles alguna gracia. Y es mejor rezarlo acompañado de otros que solo. El Oficio Parvo de la Virgen dicen que lo compuso san Pedro Damiano. La Virgen ha demostrado en diversas ocasiones cuánto le agrada esta devoción.

Mucho agradece también las letanías. El Ave Maris stella cada día lo rezaba santa Brígida por orden de la Virgen. Sobre todo es bueno rezar el canto del Magnificat puesto que al rezarlo alabamos a Dios con las mismas palabras que ella empleó para glorificarlo.
Todas estas plegarias nos ayudan a alcanzar el favor de María y los dones e indulgencia de Dios.

OBSEQUIO 4º
El ayuno





Hay devotos que suelen ayunar en honor de la Virgen los sábados y las vigilias de las fiestas principales. El sábado es día dedicado por la Iglesia a la Santísima Virgen, porque –al decir de san Bernardo– en ese día ella mantuvo constante y viva la fe, después de la muerte de su Hijo, durante todo aquel triste sábado. Por eso, con toda propiedad, la Iglesia acostumbró a celebrar el día del sábado en todo el mundo. Por eso los devotos de María le ofrecen en este día algún obsequio especial, y en concreto el ayuno. San Carlos Borromeo, el cardenal Toledo y tantos otros practicaban el ayuno a pan y agua.

Quien practica esta devoción, seguro que no se condenará, no porque al llegar la muerte en pecado mortal la Virgen tenga que librarlo milagrosamente, sino porque la Madre de Dios le obtendrá seguramente la perseverancia en la gracia de Dios y una buena muerte. Si no se ayuna de esa manera, al menos guardar en su honor un ayuno normal o abstenerse de alguna vianda o de alguna fruta o algo que agrade de modo particular.

A estos ayunos convendría añadir los sábados algunos obsequios especiales para la Señora, como oír la santa Misa y comulgar, visitar alguna imagen de la Virgen y cosas semejantes. Y en las vigilias de las principales fiestas de la Virgen, ofrecerle alguna de las formas de ayuno descritas.