OBSEQUIO 5º
Visitar las imágenes de María
Dice el P. Segneri que el demonio, para compensarse de lo que pierde con la destrucción de los ídolos, trata de perseguir el culto de las sagradas imágenes por medio de los herejes. Pero la Iglesia las ha defendido hasta con la sangre de sus mártires. Y la Madre de Dios ha demostrado hasta con milagros cuánto agradece las visitas a sus imágenes.
A san Juan Damasceno le cortaron la mano por haber defendido con sus escritos las imágenes de María, pero la Virgen, milagrosamente, se la restituyó.
Narra el P. Spinelli que en Constantinopla todos los viernes, después de las vísperas, se descorría espontáneamente un velo que cubría una imagen de María, y al acabar de rezarse las vísperas del sábado, se volvía a cubrir. Ante san Juan de Dios se descorrió también el velo que cubría una imagen de la Virgen que estaba venerando. El sacristán, tomándolo por un ladrón, le dio una patada, pero el pie se le quedó paralizado.
Todos los devotos de María suelen visitar con gran afecto y con frecuencia las imágenes de la Virgen en las iglesias a ella dedicadas. Éstas son precisamente, dice san Juan Damasceno, las ciudades de refugio donde encontramos amparo contra las tentaciones y los castigos merecidos por las culpas cometidas. El emperador san Enrique, al entrar en una ciudad lo primero que hacía era visitar una iglesia dedicada a nuestra Señora. El P. Tomás Sánchez no volvía a casa si antes no visitaba alguna iglesia dedicada a María.
Que no nos sea trabajoso visitar a diario a nuestra Reina en alguna iglesia o capilla o en nuestra propia casa, donde estaría bien tener en un lugar retirado un pequeño oratorio con su imagen adornada con luces y flores y rezar ante ella el rosario y las letanías, entre otras preces. Para esto he compuesto el libro de las visitas al Santísimo y a la Santísima Virgen, para todos los días del mes. El devoto de la Virgen podría encargar celebrar en alguna iglesia o capilla alguna de sus solemnidades, precedida de la novena, si es posible con la exposición del Santísimo.
Suplico con mucho encarecimiento a los devotos de María que se abstengan de ir ellos y procuren que no vayan otros a santuarios de la Virgen en tiempo de romerías, donde se sabe que hay muchos escándalos; porque más fruto consigue el infierno que honra la Madre de Dios.
OBSEQUIO 6º
El escapulario
Así como los grandes del mundo tienen a honor que otros hombres lleven su librea, así María Santísima agradece que sus devotos lleven su escapulario para dar testimonio de que están consagrados a su servicio y que pertenecen a la familia de la Madre de Dios. Los herejes modernos se burlan, como es costumbre en ellos, de esta devoción, pero la santa Iglesia la ha bendecido con bulas e indulgencias.
Refieren los PP. Crasset y Lezzana hablando del escapulario, que hacia el año 1251 se apareció la Santísima Virgen a san Simón Stock, inglés, y dándole su escapulario le dijo que quienes lo llevaran se librarían de la eterna condenación. “Recibe, hijo amadísimo, este escapulario de tu Orden, signo de mi confraternidad, privilegio para ti y todos los carmelitas. El que muera con él no padecerá el infierno”. Cuenta demás el P. Crasset que María, apareciéndose al Papa Juan XXII, le ordenó hacer saber a los que llevaran el escapulario que serían librados del purgatorio el sábadosiguiente al día de su muerte. Así lo declaró el mismo pontífice en la bula confirmada expresamente por los papas Alejandro V, Clemente VII y otros varios, como refiere el P. Crasset.
Pertenecer a las cofradías de María
Algunos desaprueban las cofradías diciendo que, a veces, son ocasión de discordias y que muchos entran a ellas por miras humanas. Pero como no condena la Iglesia la recepción de los sacramentos porque haya quienes abusan de ellos, así tampoco han de condenarse las congregaciones y cofradías. Los sumos pontífices, en vez de eso, las han colmado de alabanzas y las han enriquecido con indulgencias.
San Francisco de Sales exhortaba a los seglares con mucho encarecimiento a que se inscribiesen en las cofradías. ¿Qué no hizo san Carlos Borromeo por instalar y multiplicar estas congregaciones? En sus sínodos, precisamente insinúa a los confesores que procuren que los penitentes entren en ellas: El confesor, conforme a sus posibilidades, trate de persuadir a los penitentes a que se adscribana alguna asociación piadosa. Y con toda razón, porque estas congregaciones, especialmente las de nuestra Señora, son otras tantas arcas de Noé en que encuentran refugio los seglares contra el diluvio de las tentaciones y de los pecadosque inundan el mundo.
Nosotros, al dar las misiones, hemos comprobado muy bien o útiles que son las congregaciones. Normalmente, es mucho más virtuoso un hombre que va a las congregaciones que veinte que no pertenecen a ninguna. La hermandad o cofradía puede llamarse la “torre de David de la que cuelgan mil escudos, todos armaduras de valientes” (Ct 4, 4). La razón del gran provecho que causan las cofradías es que en ellas se adquieren muchas defensas contra el infierno y se practican los medios para conservarse en la gracia de Dios, medios que fuera de las congregaciones difícilmente usan los seglares.
I. Uno de los medios para salvarse es pensar en las máximas eternas: “Acuérdate de tus postrimerías y nunca jamás pecarás” (Ecclo 7, 11). Los que van a la Congregación se recogen con frecuencia a pensar con tantas meditaciones y lecturas y sermones que allí se tienen. “Mis ovejas oyen mi voz” (Jn 10, 27).
II. Para salvarse es necesario encomendarse a Dios: “Pedid y recibiréis” (Jn 16, 24), y en la cofradía los hermanos hacen esto constantemente. Y Dios los oye, tanto más cuanto él mismo ha dicho que concede sus gracias con mucho gusto a las plegarias hechas en común. “Si dos de vosotros se unen en la tierra, todo lo que pidan se lo concederá mi Padre” (Mt 17, 19). A lo que añade san Ambrosio: “Muchos pequeños cuando se congregan en uno se hacen grandes, y las preces de muchos es imposible que no sean oídas”.
III. En la cofradía más fácilmente se frecuentan los sacramentos, tanto por las normas de las mismas como por los ejemplos de los otros cofrades. Con esto fácilmente se obtiene la perseverancia en la gracia de Dios, habiendo declarado el sagrado Concilio de Trento que la comunión es como el contraveneno que libra de las culpas cotidianas y preserva de los pecados mortales.
IV. Además de los sacramentos, en las congregaciones se realizan muchos ejercicios de mortificación, de humildad y de caridad hacia los hermanos enfermos y pobres. Y estaría muy bien que en cada hermandad se estableciese la costumbre de visitar y atender a los enfermos pobres.
V. Ya hemos dicho cuánto ayuda para salvarse servir a la Madre de Dios; ¿y qué otra cosa hacen los hermanos cofrades sino servirla? ¡Cuánto la alaban! ¡Cuántas oraciones le dirigen! Allí se consagran desde el principio a su servicio eligiéndola de modo especial por su Señora y Madre, y se inscriben en el libro de los hijos de María. Por lo que, como son devotos e hijos distinguidos de la Virgen, ella los trata con predilecciones y los protege en la vida y en la muerte, de modo que quien pertenece a una Congregación de María puede decir que con esa pertenencia le han venido multitud de bienes.
Dos cosas debe cuidar el congregante;
I. Uno de los medios para salvarse es pensar en las máximas eternas: “Acuérdate de tus postrimerías y nunca jamás pecarás” (Ecclo 7, 11). Los que van a la Congregación se recogen con frecuencia a pensar con tantas meditaciones y lecturas y sermones que allí se tienen. “Mis ovejas oyen mi voz” (Jn 10, 27).
II. Para salvarse es necesario encomendarse a Dios: “Pedid y recibiréis” (Jn 16, 24), y en la cofradía los hermanos hacen esto constantemente. Y Dios los oye, tanto más cuanto él mismo ha dicho que concede sus gracias con mucho gusto a las plegarias hechas en común. “Si dos de vosotros se unen en la tierra, todo lo que pidan se lo concederá mi Padre” (Mt 17, 19). A lo que añade san Ambrosio: “Muchos pequeños cuando se congregan en uno se hacen grandes, y las preces de muchos es imposible que no sean oídas”.
III. En la cofradía más fácilmente se frecuentan los sacramentos, tanto por las normas de las mismas como por los ejemplos de los otros cofrades. Con esto fácilmente se obtiene la perseverancia en la gracia de Dios, habiendo declarado el sagrado Concilio de Trento que la comunión es como el contraveneno que libra de las culpas cotidianas y preserva de los pecados mortales.
IV. Además de los sacramentos, en las congregaciones se realizan muchos ejercicios de mortificación, de humildad y de caridad hacia los hermanos enfermos y pobres. Y estaría muy bien que en cada hermandad se estableciese la costumbre de visitar y atender a los enfermos pobres.
V. Ya hemos dicho cuánto ayuda para salvarse servir a la Madre de Dios; ¿y qué otra cosa hacen los hermanos cofrades sino servirla? ¡Cuánto la alaban! ¡Cuántas oraciones le dirigen! Allí se consagran desde el principio a su servicio eligiéndola de modo especial por su Señora y Madre, y se inscriben en el libro de los hijos de María. Por lo que, como son devotos e hijos distinguidos de la Virgen, ella los trata con predilecciones y los protege en la vida y en la muerte, de modo que quien pertenece a una Congregación de María puede decir que con esa pertenencia le han venido multitud de bienes.
Dos cosas debe cuidar el congregante;
lo primero, ir a la Congregación para servir a Dios, a su santa Madre y para salvar su alma;
lo segundo, no dejar por nada del mundo de asistir a la hermandad en los días establecidos, pues allí va a tratar el negocio más importante que tiene, que es el de la salvación eterna. Y procure atraer a cuantos pueda a la Congregación y especialmente procure hacer volver a los que se alejaron.