No hay duda que éste es un tiempo crítico en nuestras vidas, es nuestra creencia que estamos viviendo el periodo más significativo de este nuevo siglo y que estamos entrando en los tiempos prometidos en Fátima: el tiempo del Triunfo del Inmaculado Corazón de Nuestra Señora.
Esta convicción es fortalecida por las muchas señales del tiempo que podemos atestiguar en la Iglesia entre la gente de Dios; solo los humildes y sencillos de corazón podrán escuchar al Padre.
Primero tenemos que ver que Nuestro Santo Padre, el Papa Juan Pablo II es una SEÑAL de este tiempo. Él es la luz procedente del Este, llamado desde lejos para GUIAR la Iglesia a la nueva era anunciada y prometida en Fátima: ¡El Triunfo del Inmaculado Corazón de María!.
Juan Pablo II es el Papa de Fátima, de un modo especial, su sangre fue derramada en un atentado de asesinato en la plaza de San Pedro en el aniversario de la primera aparición de Fátima: el 13 de mayo de 1981; pasados tres años, el 25 de marzo de 1984, él cumplió con la consagración pedida a Sor Lucia por Nuestra Señora en Fátima: la consagración de Rusia y el mundo a su Inmaculado Corazón.
Otra señal procedente del Este es la maravilla de la caída del comunismo en Rusia y el Este; en su visita a Fátima en 1991, nuestro Santo Padre el Papa Juan Pablo II dijo que fue Nuestra Señora quien guió hacia la libertad a esas naciones oprimidas.
Mucha gente que creía en el mensaje de Fátima había rogado por el advenimiento de esa maravilla y se había consagrado a Nuestra Señora por medio de ofrendas, sacrificios diarios y penitencias por la conversión de Rusia y por lo tanto del mundo.
Al principio de este siglo el Cielo nos dio el indicio de la misión que se debe efectuar: el Triunfo de Nuestra Señora en Rusia, y por medio de Rusia en el mundo entero; así el foco central siempre permanece en Rusia.
Para comprender este plan de paz mundial referente a la conversión de Rusia tenemos que tener sencillez y humildad de corazón.
Si nosotros creemos que tenemos que convertir a Rusia y al Este; estamos equivocados en nuestra creencia ¡será Rusia y el Este los que nos convertirán a nosotros!, solamente necesitamos ayudar a convertir a Rusia y en esos esfuerzos seremos nosotros los que encontremos conversión.
En Fátima, Nuestra Señora habló del «Triunfo del Corazón», es decir, el triunfo que nace del corazón para alcanzar otros corazones; un triunfo que comienza profundamente en cada uno, un triunfo manifestado a través del fruto más maravilloso del espíritu: la caridad.
La caridad del corazón vive en el sacrificio, como fue pedido por Nuestro Señor; un sacrificio que es nutrido por la oración; dar de uno mismo sufrimiento y alegría, por pureza de corazón y simplicidad. El obsequio de la caridad es recibido en fe y debe ser compartido con humildad, para ser recibido nuevamente otra vez con alegría, más preciosa que antes.
«En el fin mi Corazón Triunfará». Es la promesa celestial de Nuestra señora de Fátima en 1917, y hoy debe ser tomada muy seriamente por los que se consagren al Inmaculado Corazón de María.
Este plan, que es el llamado a cada uno de nosotros para la renovación de la Iglesia (y así del mundo), es el Triunfo. Este plan de Nuestra Señora es simple pero intenso, como nuestro «SI», nuestro simple pero intenso «SI», dado por medio de nuestra consagración al Inmaculado Corazón de María, permite ponernos al servicio como un apóstol para su triunfo. Un «SI» que está listo para aceptar tanto las alegrías como las penas.
Hay muchos que hablan con frecuencia en «nombre de Ella»; sin embargo, son sus propias palabras las que quedan en sus labios.
Tenemos que hablar con «las palabras de Ella», a Ella debe permitírsele hablar a través de nosotros, por esta razón, para convertirse en un Apóstol para su Triunfo no es necesario título, calificación o conocimiento de vidente, ni cantidades de libros escritos o leídos, ni los discursos pronunciados; la única petición de Ella es nuestra conversión a su Hijo, dar testimonio en cada ocasión, en cualquier tiempo y lugar, y tener el valor de no hacer proyectos: ¡ELLA LO HARÁ TODO!.
Estas gracias específicas del Triunfo serán otorgadas solamente cuando haya unidad entre los hijos de Nuestra Señora. Tenemos que seguir el ejemplo de nuestro Santo Padre y de los pastores que están unidos a él; la experiencia de la unidad que tendremos en nuestros orazones será la señal más poderosa del Triunfo del Inmaculado Corazón de María.
No importa cuantos seamos, ni la fuerza que tengamos, ni cuánto podamos hacer; lo que es importante es ¡ser uno!. El Espíritu Santo no descenderá a nosotros hasta que seamos un solo corazón, Él vendrá solamente si encuentra entre nosotros la misma vida, la misma esencia de su vida: ¡LA UNIDAD!.
Para alcanzar la unidad tenemos que abandonar todas las comodidades que hemos alcanzado; tenemos que empezar con la tarea más sencilla para alcanzar la más difícil; no tenemos tiempo de mirar al pasado, no hay tiempo para quejas: solo hay tiempo para decir juntos «SI» al plan de Ella. Sigamos bajo la misma guía de Nuestra Señora; Ella se está revelando en muchos lugares, de muchas y diferentes maneras, como un prisma que refleja muchas caras diferentes.
Unámonos bajo su manto, ya hemos descubierto la misma Madre, la misma voz, la misma llamada, el Triunfo del Inmaculado Corazón de María; no hay lugar para diferencias por que esta llamada es superior a todas las demás, este plan del triunfo es superior a todos los otros planes, este apostolado es superior a los demás, es un plan que no permite división porque es un plan para la unión mundial. Tenemos que estar unidos para convertirnos en un «Apóstol para el Triunfo».
Pongamos a un lado nuestros propios intereses; es decir, «nuestra revista», «nuestro periódico», «nuestra conferencia», «nuestra…». Tenemos que tener un solo interés: trabajar para el cumplimiento de las predicciones dadas en Fátima, predicciones que nos guiarán a la unión perfecta entre Dios y la humanidad.
En el principio de la Iglesia los apóstoles eran doce, pero su ambición era tener un corazón y una mente; esto era posible porque Nuestra Señora estaba en el centro de sus corazones sencillos. En la visión que ellos tuvieron Ella aparecía en el centro y ellos estaban rodeándola. El salón de la asamblea puede convertirse para nosotros (los que sentimos la llamada para el triunfo) en nuestro «cuarto de arriba», a este cuarto tenemos que entrar con simplicidad y humildad de corazón y bajo su guía; así estaremos aptos para iniciar los planes maravillosos para Ella.
En ese cuarto tiene que estar las más profundas intenciones que llevamos en nuestros corazones y así sabremos como seguir adelante. Siempre hemos tratado de encontrar soluciones a los problemas empezando desde afuera. Por el contrario; debemos empezar desde adentro; porque solo desde el interior de nuestros corazones podemos llegar hasta el interior de otros corazones. El triunfo es la obra de los corazones, el triunfo es el plan que tiene la Cruz como centro.
El tiempo llegará y está muy cerca en el cual Nuestra Señora le dará tanto poder a esos Apóstoles del Triunfo que nadie los podrá detener; tomemos esta oportunidad maravillosa para empezar de nuevo y aceptar que aunque los esfuerzos de «nuestro apostolado», son buenos, son solamente esfuerzos humanos. Ustedes encontrarán gozo en el sufrimiento que conlleva el Plan del Triunfo y compartirán con alegría la humillación de no ser «nada». Éste es un apostolado del Triunfo.