Por María indica la causa, con María la asociación.
Por María el motor íntimo, el impulso espiritual, con María el auxilio continúo que ayudara a recibir al movimiento recibido.
Por María el medio y el camino del obrar, con María ayuda y consuelo en el trabajo.
Por María el móvil y motivo, con María la presencia y el aliento.
Dos conceptos integran el CON MARÍA: la compañía y la presencia de la Virgen por una parte y por otra su imitación. Ambas ideas son fecundas, cautivadoras y muy propias para entusiasmar al fiel esclavo de María. Por eso San Luis María nos dice que debe el alma aplicarse a sus acciones «pero en compañía y a imitación de su Santísima Madre…. Tomándola como modelo aprobado de cuanto haya de hacer».
Estos dos conceptos tienden a perfeccionar las relaciones que el Por María estableció entre la Virgen y el alma y a darles mayor intimidad y familiaridad, pues nos piden hacerlo todo en presencia de María, bajo su mirada maternal, como testigo de nuestros esfuerzos amorosos, dejándola intervenir cual acabado modelo de nuestras acciones todas.
Hay tres modos para actuar esta presencia de María:
Primero: La presencia imaginaria que nos hace imaginar a la Virgen junto a nosotros. Hágase con pocos detalles y con suavidad para no cansar la cabeza, pues entonces tras de fatigar la cabeza no aprovecha.
Segundo: La presencia efectiva es más eficaz y no está expuesta a los inconvenientes de la imaginaria. María en este caso es centro de los afectos del corazón que sólo por Ella obra y palpita. El recuerdo de la Virgen avivará está presencia y brotarán del corazón tiernas jaculatorias, actos de amor y fervorosos deseos.
Tercero: La presencia intelectual con el recuerdo frecuente de las bondades y grandezas de María y actos reflejos el entendimiento de modo de actualizar la presencia de María o de alguna de sus perfecciones, excelencias y bondades. Cuanto los santos han dicho nos servirá para sacar saludables reflexiones y deducir aplicaciones prácticas.
Ejemplo: Santo Tomás ha dicho: «María es comparada al sol porque alumbra al universo entero». Luego siempre está presente y los rayos de su influencia nos alumbran y calientan. Con estos y otros piadosos recuerdos es fácil actualizar la presencia de María.
Ya por vía imaginaría, por vía afectiva, por vía intelectual o por las tres a la vez verá el alma cuán grato es hacerlo todo en compañía de María. San Luis María nos aconseja «formar una pequeña imagen de la Santísima Virgen». Este pequeño retrato fijará nuestra mirada. El amor, gran artista, hará bello ese retrato y nos llevará a contemplarlo y la contemplación o mirada penetrante del alma nos llevará a su turno al amor. El amor ¿no es acaso esa mirada gracias a la cual uno se entrega y se pierde en el objeto amado?.
Esa mirada sencilla, afectuosa, penetrante es la perfecta contemplación que unifica la vida interior. Nuestra contemplación practicada en todas las acciones tenderá a ser un estado, a crear un hábito. Contemplaremos a María «si no con una mirada distinta y clara al menos general e imperceptible». Esa mirada interior a nuestra Madre presente nos dará protección, luz, fuerza y consuelo. ¡Cuántas veces servirá de barrera entre las visiones peligrosas del mundo y nuestra natural debilidad!.
El amor y la confianza serán el efecto de esta mirada de María.
Tras el amor vendrá la imitación porque el vivir con María produce naturalmente el obrar como María. Ya dijo el refrán: Dime con quien andas y te diré quien eres. María es el modelo acabado de toda virtud y de toda perfección que el Espíritu Santo formó en una pura criatura, es decir, en una persona humana como nosotros. Es, pues, modelo ideal, accesible que podemos contemplar e imitar sin quedar deslumbrados. ¡Qué felicidad poder mirar a María en nuestras oraciones, trabajos y sufrimientos!. No basta la presencia del modelo. Hay que estudiarlo con atención para trasladar a la tela de nuestra alma los rasgos del modelo. ¿Cómo lo hizo María?, ¿Cómo obraría María si estuviera en mi lugar?. Su vida y sus ocupaciones fueron sencillas como las nuestras.
Para copiar el modelo de Montfort nos aconseja dos medios eficaces: examinar y meditar las grandes virtudes que María práctico en su vida.
Examinar es la mirada actual del alma; Meditar es la mirada actual. La mirada actual se dirige a la oración del momento presente, ¿nuestro despertar y levantar se parece al de María, que al instante elevaba su alma al corazón del Amado y se ofrecía del todo a Él?. Aquí ya no se trata de la pronta varonil levantada como en el Por María. Es el despertar y levantarse de un alma que ha mirado a María y que se esfuerza por imitarla. Hay un progreso. Es el movimiento ascendente del Con María que añade algo más al Por María.
Si hacemos lo mismo en nuestras otras acciones progresivamente nos revestiremos de la pureza, de la belleza, de la santidad de las obras de María. Progreso que se acentuará si a la mirada de examen añadimos la mirada de meditación sobre las grandes virtudes del Corazón de María, que son el objeto de meditación de los misterios del Santo Rosario.
Esta meditación nos revelará no la virtud abstracta sino la virtud viviente, irradiante en la criatura más amada de Dios. Llenará nuestro interior de una fragancia exquisita, de un espiritualismo acendrado y poco a poco iremos tomando el parecido de la Virgen. La imitación perseverante de María imprime infaliblemente en nosotros su imagen y semejanza. Seremos como quiere San Luis María «Copias vivientes» de la Virgen.
De igual manera, como en el primer paso (Por María), encontrábamos un obstáculo a superar, el yo humano; así mismo, hacer las cosas Con María vuelve a encontrarse nuevamente con este mismo obstáculo que hay que vencer: el yo humano, vestido esta vez de autosuficiencia, prepotencia, autonomía, etc., yo pienso, yo corro, yo trabajo, etc.
Hacer las cosas con mi propia capacidad me impide buscar el consejo y la capacidad de Mama María, y si la consagración es el comienzo de un nuevo estado de vida, un nuevo nacimiento En María; luego para lactarnos Con María que es lo que nos proponemos, debemos de ser muy cuidadosos en dejar que sea el amor de Dios Con María, la nueva fuerza de todos nuestros actos, no el amor propio.
Para este fin nos serviría mucho por ejemplo revestir todos nuestros actos, pensamientos y sentimientos, aún los más íntimos y familiares del amor a María por el Triunfo de su Inmaculado Corazón, tal como lo hubiere hecho Jesús en nuestro tiempo. Y si bien, el Jesús de nuestro tiempo soy yo, por la Consagración a Ella, y aún más por ser cuerpo místico de Cristo ¿Qué me impide amarla con el mismo tierno amor con el que Jesús la ama? ¿Qué me impide trabajar por el Triunfo de su Inmaculado Corazón con su mismo amor?, así sería Jesús amándola en cada uno de nuestros actos, pensamientos o sentimientos, esto es obrando Con María, como nos lo enseña San Luis María de Montfort y nos lo reclamaría Jesús desde la cruz, su mismo Hijo Jesús: «hijo ahí tienes a tu Madre», así pues, el amor a la Santísima Virgen María se convertirá en la nueva fuerza motriz de nosotros mismos, de nuestro yo.
Dos conceptos integran el CON MARÍA: la compañía y la presencia de la Virgen por una parte y por otra su imitación. Ambas ideas son fecundas, cautivadoras y muy propias para entusiasmar al fiel esclavo de María. Por eso San Luis María nos dice que debe el alma aplicarse a sus acciones «pero en compañía y a imitación de su Santísima Madre…. Tomándola como modelo aprobado de cuanto haya de hacer».
Estos dos conceptos tienden a perfeccionar las relaciones que el Por María estableció entre la Virgen y el alma y a darles mayor intimidad y familiaridad, pues nos piden hacerlo todo en presencia de María, bajo su mirada maternal, como testigo de nuestros esfuerzos amorosos, dejándola intervenir cual acabado modelo de nuestras acciones todas.
Hay tres modos para actuar esta presencia de María:
Primero: La presencia imaginaria que nos hace imaginar a la Virgen junto a nosotros. Hágase con pocos detalles y con suavidad para no cansar la cabeza, pues entonces tras de fatigar la cabeza no aprovecha.
Segundo: La presencia efectiva es más eficaz y no está expuesta a los inconvenientes de la imaginaria. María en este caso es centro de los afectos del corazón que sólo por Ella obra y palpita. El recuerdo de la Virgen avivará está presencia y brotarán del corazón tiernas jaculatorias, actos de amor y fervorosos deseos.
Tercero: La presencia intelectual con el recuerdo frecuente de las bondades y grandezas de María y actos reflejos el entendimiento de modo de actualizar la presencia de María o de alguna de sus perfecciones, excelencias y bondades. Cuanto los santos han dicho nos servirá para sacar saludables reflexiones y deducir aplicaciones prácticas.
Ejemplo: Santo Tomás ha dicho: «María es comparada al sol porque alumbra al universo entero». Luego siempre está presente y los rayos de su influencia nos alumbran y calientan. Con estos y otros piadosos recuerdos es fácil actualizar la presencia de María.
Ya por vía imaginaría, por vía afectiva, por vía intelectual o por las tres a la vez verá el alma cuán grato es hacerlo todo en compañía de María. San Luis María nos aconseja «formar una pequeña imagen de la Santísima Virgen». Este pequeño retrato fijará nuestra mirada. El amor, gran artista, hará bello ese retrato y nos llevará a contemplarlo y la contemplación o mirada penetrante del alma nos llevará a su turno al amor. El amor ¿no es acaso esa mirada gracias a la cual uno se entrega y se pierde en el objeto amado?.
Esa mirada sencilla, afectuosa, penetrante es la perfecta contemplación que unifica la vida interior. Nuestra contemplación practicada en todas las acciones tenderá a ser un estado, a crear un hábito. Contemplaremos a María «si no con una mirada distinta y clara al menos general e imperceptible». Esa mirada interior a nuestra Madre presente nos dará protección, luz, fuerza y consuelo. ¡Cuántas veces servirá de barrera entre las visiones peligrosas del mundo y nuestra natural debilidad!.
El amor y la confianza serán el efecto de esta mirada de María.
Tras el amor vendrá la imitación porque el vivir con María produce naturalmente el obrar como María. Ya dijo el refrán: Dime con quien andas y te diré quien eres. María es el modelo acabado de toda virtud y de toda perfección que el Espíritu Santo formó en una pura criatura, es decir, en una persona humana como nosotros. Es, pues, modelo ideal, accesible que podemos contemplar e imitar sin quedar deslumbrados. ¡Qué felicidad poder mirar a María en nuestras oraciones, trabajos y sufrimientos!. No basta la presencia del modelo. Hay que estudiarlo con atención para trasladar a la tela de nuestra alma los rasgos del modelo. ¿Cómo lo hizo María?, ¿Cómo obraría María si estuviera en mi lugar?. Su vida y sus ocupaciones fueron sencillas como las nuestras.
Para copiar el modelo de Montfort nos aconseja dos medios eficaces: examinar y meditar las grandes virtudes que María práctico en su vida.
Examinar es la mirada actual del alma; Meditar es la mirada actual. La mirada actual se dirige a la oración del momento presente, ¿nuestro despertar y levantar se parece al de María, que al instante elevaba su alma al corazón del Amado y se ofrecía del todo a Él?. Aquí ya no se trata de la pronta varonil levantada como en el Por María. Es el despertar y levantarse de un alma que ha mirado a María y que se esfuerza por imitarla. Hay un progreso. Es el movimiento ascendente del Con María que añade algo más al Por María.
Si hacemos lo mismo en nuestras otras acciones progresivamente nos revestiremos de la pureza, de la belleza, de la santidad de las obras de María. Progreso que se acentuará si a la mirada de examen añadimos la mirada de meditación sobre las grandes virtudes del Corazón de María, que son el objeto de meditación de los misterios del Santo Rosario.
Esta meditación nos revelará no la virtud abstracta sino la virtud viviente, irradiante en la criatura más amada de Dios. Llenará nuestro interior de una fragancia exquisita, de un espiritualismo acendrado y poco a poco iremos tomando el parecido de la Virgen. La imitación perseverante de María imprime infaliblemente en nosotros su imagen y semejanza. Seremos como quiere San Luis María «Copias vivientes» de la Virgen.
De igual manera, como en el primer paso (Por María), encontrábamos un obstáculo a superar, el yo humano; así mismo, hacer las cosas Con María vuelve a encontrarse nuevamente con este mismo obstáculo que hay que vencer: el yo humano, vestido esta vez de autosuficiencia, prepotencia, autonomía, etc., yo pienso, yo corro, yo trabajo, etc.
Hacer las cosas con mi propia capacidad me impide buscar el consejo y la capacidad de Mama María, y si la consagración es el comienzo de un nuevo estado de vida, un nuevo nacimiento En María; luego para lactarnos Con María que es lo que nos proponemos, debemos de ser muy cuidadosos en dejar que sea el amor de Dios Con María, la nueva fuerza de todos nuestros actos, no el amor propio.
Para este fin nos serviría mucho por ejemplo revestir todos nuestros actos, pensamientos y sentimientos, aún los más íntimos y familiares del amor a María por el Triunfo de su Inmaculado Corazón, tal como lo hubiere hecho Jesús en nuestro tiempo. Y si bien, el Jesús de nuestro tiempo soy yo, por la Consagración a Ella, y aún más por ser cuerpo místico de Cristo ¿Qué me impide amarla con el mismo tierno amor con el que Jesús la ama? ¿Qué me impide trabajar por el Triunfo de su Inmaculado Corazón con su mismo amor?, así sería Jesús amándola en cada uno de nuestros actos, pensamientos o sentimientos, esto es obrando Con María, como nos lo enseña San Luis María de Montfort y nos lo reclamaría Jesús desde la cruz, su mismo Hijo Jesús: «hijo ahí tienes a tu Madre», así pues, el amor a la Santísima Virgen María se convertirá en la nueva fuerza motriz de nosotros mismos, de nuestro yo.